"Debe de resultar horrible ser artista. Tal vez sea lo peor. Hasta los santos lo tienen más fácil... Ellos se elevan sobre sí mismos en una gran pasión, se abrasan... Pero el artista está obligado a seguir consciente hasta el último instante. De otra manera no es artista, sino un torpe aficionado. Su "gran momento" es precedido por un sinnúmero de momentos grises. E incluso, cuando llega a expresar lo infinito y lo divino, se ve obligado a permanecer sereno y lúcido, como un contable ante sus números. El objetivo es su obra. Y a ella hay que subordinarlo todo, todas las experiencias de la vida, e incluso la vida misma". Sándor Márai